Podemos decir que mis comienzos en el mundo de las terapias naturales no fueron muy agradables que digamos… con 19 años no cuidaba mi alimentación y ni mucho menos mi estado emocional (desconocía que eso se pudiera hacer).
Entonces, llegó un momento de esos que todos tenemos en la vida, un momento lleno de cambios, cambios que tambalean tu estructura creada… en ese momento enfermé.
Me sentaba mal la mayor parte de alimentos que tomaba, me tiraba todo el día con el abdomen hinchado y con mucho dolor, a veces no podía acabar de comer por el mismo dolor, tenía que tumbarme unos minutos en el sofá para poder seguir comiendo; además de eso, tenía unos picores horribles en mi zona íntima.
Llegué a perder la cuenta de a cuántos digestólogos y ginecólogos visité. En cuanto a los digestólogos, después de hacerme pruebas de todo tipo, todos me decían lo mismo: no hay ninguna alteración física, todo está dentro de la normalidad y por descarte, me acabaron poniendo la etiqueta de “Síndrome del Intestino Irritable”, si… seguramente a más de una le resultará familiar, ya que es un diagnóstico demasiado común.
En cuanto a los ginecólogos, me llenaban de pastillas y óvulos vaginales que, ni me explicaban para qué servía ni qué era lo que me estaba pasando, esto último me enfadaba muchísimo, por suerte ya existía google, aunque la información era muy escasa y controvertida.
Con la medicación, los síntomas no se resolvían y después de un año y ver que los médicos no me sabían dar una solución, empecé a investigar por mi cuenta y encontré un libro que me abrió una veta de esperanza: “Candidiasis crónica” de la nutricionista Cala Cervera. Lo que más me llamó la atención de este libro es que decía que la Cándida albicans (hongo más común en las candidiasis) se alimentaba básicamente de azúcar. Entonces probé a hacer algunos cambios en mi alimentación (sobre todo quitarme la gran cantidad de azúcar que solía tomar entonces) y enseguida noté que los picores se reducían. Esto lo comenté con todos los ginecólogos con los que seguían mi caso y TODOS me respondían lo mismo: la dieta no tiene nada que ver, puedes comer todo el azúcar que quieras que no te afecta en nada (hoy sé que un médico no estudia nada de nutrición durante la carrera, así que tampoco puedo culparles por esa falta de información. Ellos solo se basan en protocolos).
Por tanto, entendí que nadie me podía ayudar, así que me puse a estudiar el Grado Superior de dietética y nutrición. Aprendí mucho sobre alimentación, lo puse en práctica y, no sólo mejoré mis síntomas sino que también mi aspecto físico (mi celulitis se redujo bastante) y mi relación con la alimentación. Me empezó a gustar alimentarme bien ya que notaba que, comer alimentos saludables, simplemente, me hacía sentir fenomenal!
Aun así, no conseguí que los picores me abandonasen del todo…
Por suerte, realicé las prácticas en una herboristería en la que una vez por semana, un naturópata pasaba consulta y decidí visitarme con él. Durante la sesión y a través de mi iris, vio que tenía un problema digestivo derivado de un problema emocional…eso era nuevo para mí, ¿me estaba diciendo que un problema emocional podía afectar a una parte del cuerpo que no tenía nada que ver?
Pues SÍ, así que me trató para ello, me dio unos consejos naturopáticos y …¡¡¡ sorpresa!!! Como por arte de magia, en unos días todos mis síntomas habían desaparecido.
Entonces decidí estudiar naturopatía, así podría ayudar a las mujeres que tuvieran el mismo problema que yo había tenido pero sin la necesidad de pasar por lo que yo había pasado.
Entonces busqué la mejor escuela de terapias naturales de esos tiempos y realicé un curso de 3 años + 1 de prácticas y durante ese curso, en ese centro, también impartían el curso de Medicina Tradicional China y me enamoré de ella solo de oír hablar a los alumnos, así que también me apunté (otros 3 años más de teoría + 1 de prácticas). Durante ese tiempo aproveché y me especialicé en masaje chino (Tui-Na) y fitoterapia china.
Mientras estudiaba me ofrecieron trabajo como dietista en la cocina del hospital de mi ciudad, siempre me había gustado la idea de trabajar en un hospital, así que lo acepté. Duré poco…me decepcionó mucho como se trata a nivel nutricional a los pacientes. Todos los alimentos eran refinados (menos los que tenían que llevar una dieta rica en fibra) que la única diferencia era que tenían pan integral (o mejor dicho, pan blanco con fibra añadida). De postre siempre había yogur de vaca con colorantes, saborizantes y edulcorantes a punta pala o fruta (la fruta de postre fermenta en el intestino y suele producir problemas digestivos), para merendar casi siempre galletas refinadas (menos dos días a la semana que sorprendentemente había compota “casera” que estaba bastante buena), entre muchas otras cosas, así que decidí no formar parte de ese circo que muchos ya saben que hay montado. Si alguna vez se me había pasado por la cabeza estudiar algo relacionado con la sanidad, en esta experiencia, se esfumó por completo.
Al acabar las prácticas de naturopatía y medicina china en Barcelona, empecé a trabajar por cuenta propia en varios centros de Lleida y Aragón y la verdad es que no me iba nada mal. Al tiempo, me quedé embarazada y al dar a luz a mi preciosa niña tuve que dejar de lado mi trabajo por su gran demanda. Pasé de ser una persona muy activa y con muchos proyectos a ser y sentirme como un pecho con piernas… mi niña nunca aceptó chupete ni biberón y no quiso saber nada de la cuna, así que se pasaba pegada a mí las 24h del día. Nadie nos cuenta esta parte tan agotadora de la maternidad. Y las noches…. bufff!
Al finalizar la baja de maternidad decidí buscar un trabajo a media jornada que me permitiese llegar a casa sin pensar en nada más y así poder centrar toda mi atención en la pequeña, ya que tampoco me quedaban fuerzas para mucho más, así que empecé a trabajar como técnico en una farmacia, a media jornada. Gracias a ello he aprendido mucho sobre fármacos y tratamientos. Entre tanto, me volvieron a llamar las ganas de aprender cosas nuevas. Entonces compaginaba vida familiar, trabajo (farmacia y consulta privada) y estudios. Me introduje en la sanación cuántica y estudié Kinesiología en diferentes escuelas durante 4 años.
Con la experiencia de los años, perfeccioné las sesiones, fusionando las diferentes técnicas estudiadas a lo largo de estos 15 años, creando mi propio método.
Hoy doy las gracias a la candidiasis por haber cambiado el rumbo de mi vida y ayudarme a encontrar mi propósito, de no ser así seguramente hoy sería arquitecta ya que era lo poco que me motivaba en su día.
Hoy tengo mi propio centro de terapias en el cual he hecho realidad mi sueño y en el que tengo la oportunidad de ayudar a todas esas personas que lo necesiten.
Hoy puedo decir que mi trabajo es mi hobby y mi pasión.
Somos pura energía y frecuencia y nuestra salud y bienestar está profundamente conectado con ello.
Las enfermedades físicas se manifiestan primero como una alteración en nuestro cuerpo energético, causados por traumas físicos o emocionales, por una mala alimentación durante largo tiempo, por experiencias negativas que dejan impronta en nuestro campo energético y un largo etcétera.
Estas alteraciones generan cambios bioquímicos que acaban modificando las células y con ello, desarrollando los síntomas de la enfermedad.
Por tanto, si en lugar de centrarnos en la propia enfermedad, vamos más allá y modificamos la frecuencia vibratoria del cuerpo o desbloqueamos la energía, estaremos yendo directamente al origen.
Un cuerpo que vibra adecuadamente nunca puede enfermar.
Toda materia es energía Albert Einstein
Hacer que el mundo interno de cada persona sea mejor, mejor para ella, como realmente ella quiere que sea, y no como su subconsciente lo dictamina. El 95% del tiempo el subconsciente es quien elige absolutamente TODO en la vida de la persona (sus emociones, sentimiento, actos, gustos, etc.) y lo hace en relación a como se ha ido programando a lo largo de la vida de la persona (normalmente más durante la infancia), la buena noticia es que ese subconsciente es reprogramable y nos da la posibilidad de cambiar nuestros programas, nuestras creencias y por ende, nuestra realidad, para que la persona pueda vivir la vida que realmente desea.